El Ateismo ataca al Cristianismo con una denuncia contra la Iglesia Católica la cual sostiene una impostura construida con falsos documentos, como la Biblia y los Evangelios, e impuesta con la violencia de la Inquisición y falsos como el exorcismo, el satanismo y otras supersticiones.

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Cartas de Paolo

Si incluyo las cartas de Pablo entre los escritos de la mitad del siglo segundo es porque a través de estas podemos seguir toda la evolución cristológica que partiendo de un Mesías esencialmente espiritual se concluye con un Cristo encarnado, muerto en la cruz.

Pablo de Tarsos, que la Iglesia considera como columna portadora del cristianismo, es en realidad el que suministrará las bases históricas para demoler toda la estructura que ha sido construida a través de él.

Los escritos atribuidos a Pablo de Tarsos nos demuestran de la manera más irrefutable como el cristianismo es la conclusión de una evolución ideológica que podemos dividir en cuatro fases: la primera por un Mesías esencialmente espiritual que es suplicado de revelarse a los hombres, la segunda por un Mesías que hablaba a los hombres a través de una voz, la tercera por un Mesías que desciende sobre la tierra tomando del hombre solamente las apariencias que muere por voluntad de los Arcontes, la cuarta por un Mesías que se encarna y muere en la cruz por obra de los hombres.

Pero antes de pasar a la exégesis de las cartas, detengámonos un momento para considerar la figura histórica del personaje al cual han sido atribuidas.

¿Quién era este Pablo de Tarsos cuya figura ha estado completamente desconocida antes de que Marción presentase en e 140 cartas que afirmó habían sido escritas por él?

¿Verdaderamente él existió desde el momento en que es ignorado por los evangelios, por las cartas de Giacomo, Judas y Juan que se atribuyen a su época, y conocido por Justino, apologista y escritor cristiano muerto en el 165 en Roma, quien atribuye la conversión de los paganos exclusivamente a los doce apóstoles (Apología I- 39, 45), y el mismo por Papia, obispo de Hierópolis (Asia Menor) que tanto se interesó por la vida del Señor?

<< Pablo aparece solamente en los Hechos de los Apóstoles, obra tardía y profundamente retocada >>

(Guy Fau, op. Cit. Pág. 65).

Pero a nosotros nada nos interesa si Pablo es un personaje histórico o solamente una invención de Marción que lo usó para dar crédito a los conceptos de su evangelio que eran prácticamente los mismos expresados en sus cartas, diciendo, según e habitual sistema de atribuir los escritos a personas que habían contactado directa o indirectamente con el Señor, que habían sido contemporáneos de la primera Iglesia, comprendidos Pedro y Giacomo. Aquello que nos interesa es el contenido de las Cartas y no el nombre de quien las haya podido escribir.

Según como resulta de los Hechos de los Apóstoles, Pablo era un hebreo judío nacido en Tarsos de Cilicia (Hch. 21, 39_ 22,3), un fariseo, hijo de fariseos (Hch. 23, 6), que antes de convertirse, a través de una revelación de Jesús ocurrida en el camino a Damasco, era un perseguidor de los cristianos (Hch. 7, 58).

Elegido así por Jesús en persona, se convirtió en el mayor divulgador de la moral cristiana por vía de una asistencia que recibía de los contactos que seguidamente tuvo con Jesús durante sus predicaciones a través de un continuo repetirse de revelaciones con relativas caídas. (No las he contado, pero son muchas).

Sin embargo la crítica trata, en parte desde la lógica de los hechos a los que se refieren y en parte de documentos apócrifos, Pablo, resulta ser un fariseo ambicioso que no pudiendo esperar un éxito personal, ni religioso, ni político por aquella ley del Pentateuco que prohibía cargos y reconocimientos a aquellos que tienen un defecto físico.

“ El Señor le dijo a Moisés: << Habla con Aaron (Sumo Sacerdote) y dile: en las generaciones Futuras ningún hombre de tu estirp, que tenga cualquier deformidad, podrá acercarse a ofrecer el pan a su Dios: ni el ciego, ni el cojo , ni quien tenga la cara deforme por defecto o por exceso, no podrá profanar con sus defectos mis lugares santos, porque soy yo quien los santifica >>. (Lv. 21, 16).

Que Pablo fuese cojo y tuviese otros defectos físicos que lo volvían deforme nos llega de su apelativo “Saulo”, que en griego significa cojo, y de los Hechos de Santa Tecla (documento apócrifo del II d. C.) que así nos describe la figura física: << Pablo de Tarsos era gordo, corto y ancho de espalda. Sus piernas estaban plegadas y sus rodillas se tocaban, andaba con pequeños pasos y su cabeza se había vuelto casi calva>>.

En lo que tiene que ver con la figura intelectual, no es que las cosas mejoren si tenemos en consideración lo que de él ha dicho el psicólogo A. Rangot: << Pablo estaba sujeto a crisis epilépticas: oscurecimiento, aura luminosa y sonora, caída, coma, ceguera, que disminuían en los días siguientes, parálisis que mejora progresivamente dejando cada vez consecuencias hemipléjicas definitivas >>. (Todo parece corresponder con Hch. 9,3, en cuanto él mismo declara a propósito de sus enfermedades: << Sabed que fue por culpa de una enfermedad del cuerpo que os anuncié el evangelio >>. (Hch. 4, 12).

Pero dejando estar a este pobre hombre en la desgracia de sus enfermedades físicas y mentales, de las cuales no podemos sacar más que una ulterior prueba de cómo la Iglesia consigue alterar la verdad haciéndolo pasar por un robusto caballero romano armado de yelmo y coraza, pasamos a lo que verdaderamente nos interesa de las cartas que le fueron atribuidas.

Por el momento, comenzamos diciendo que las cartas, de cuanto resulta de exámenes exegéticos de los conceptos expresados y de los análisis hechos por máquinas electrónicas sobre el vocabulario de los textos, las cartas aportadas por Marción no fueron ni 14, que es el número total de las cartas, ni 10 como hasta hace poco tiempo atrás se había sostenido por parte de los historiadores, sino que solamente 4. La carta a los romanos, a los gálatas y las dos a los corintios, las cuales, igualmente. Resultan tan manipuladas y contrahechas que llevan a Goguel (Nuevo Testamento, intr.) a afirmar que las dos cartas a los corintios son el ensamblaje de seis cartas muy mal recosidas (S. Pablo, intr.) reconociendo, junto a Turmel y De la Fosse (Rieder, pág. 16) que en la carta a los romanos hay 5 finales.

Si tantas son las mistificaciones obradas sobre 4 cartas auténticas, podemos imaginar lo que se ha hecho en las otras que representan un falso solamente con su existencia.

<< La interpolaciones operadas por los católicos en las cartas de San Pablo son ciertas y evidentes ; estas camuflan de manera extravagante el aspecto del Pablismo >> (Cuaderno del Círculo Renan – 4 trimestre 1960), y será a través de este desmañado camuflaje efectuado en las cartas que nosotros llegaremos a una de las conclusiones más determinantes para demostrar la no historicidad de Jesucristo.

Para que se puedan entender bien las cartas de Pablo se recomienda hacer un resumen de los hechos que siguieron a la guerra del 70.

Terminada la guerra del 70 con el deshacerse del ejército yahvista, la corriente religiosa que se había unido a los revolucionarios desde la revuelta de los macabeos a través de los asideos (I Mc. 2, 42)- (asideos= esenos, ver Fáb.de Cristo, Cap 8, pág 84), separándose de la corriente revolucionaria, fue a formar aquella comunidad esena que en los años que siguieron continuaron a pedir, con himnos y rezos, la llegada de un Mesías espiritual (casi dios), como resulta de la carta que Plinio el Joven escribió a Adriano de Bitinia y del mismo Apocalipsis del 95, con aquel “ven, Señor, ven” que se encuentra al terminar.

<< Las comunidades de la nueva religión, formada por los espiritualistas que se separaron de los guerrilleros después de la derrota del 70, se organizan en diversas localidades del Medio Oriente Próximo y en ellas tienen siempre un papel menos importante los hebreos mientras asumen una mayor relevancia, sea por número que por influencia, los prosélitos de otros pueblos y razas del variado mundo romano. Los países del Mediterráneo son así recorridos por predicadores que establecen contactos y favorecen la elaboración de una nueva ideología común a toda la comunidad >>. (Josif A. Krielev- Análisis histórico-crítico de la Biblia. Cap. 9. pág. 1).

Es en esta elaboración de una nueva ideología, producida por los predicadores de las varias comunidades, que se forman estos contrastes sobre la figura de un Mesías que debe venir todavía como resulta de las cartas de Pablo en las que se haba de un Cristo de Pablo, de un Cristo de Apolo y de un Cristo Pedro (I Cr. 1, 11), con relativas acusaciones recíprocas de los unos contra los otros de enseñar el falso (II Cr. 11, 4- 1, 12- 11, 22), y como resulta en el mismo Apocalipsis en el que el autor, en e saludo a las siete Iglesias (cap II), pone en guardia a los componentes de las mismas comunidades de no dejarse tenar por el Cristo predicado por los Nicolaidas, por los que sostienen la doctrina de Balaam, de Jezabel y de todos los otros, manteniendo que el veraz es solamente el suyo, esto es, aquel que así se les ha presentado en una visión en medio de siete candelabros de oro: << Similar a un hijo de hombre, con un hábito largo hasta los pies, y cinto de oro, con los ojos flameantes como fuego, con los pies de bronce brillante y la voz similar al fragor de grandes aguas >>. (Ap. 1, 12).

En cuanto que estos Cristos puedan ser defendidos diferentes el uno de otro por los varios predicadores de las comunidades esenas, hay una característica común que los vuelve a todos sustancialmente iguales: son todos esencialmente espirituales. Estamos en la mitad del primer siglo ya para ningún e Mesías se ha encarnado, incluido Pablo, que declara expresamente: << El evangelio por mi anunciado no está modelado sobre el hombre; yo de hecho no lo he aprendido de los hombres, sino por la revelación de Jesucristo >>. (Gal. 1, 11) y todavía: << Todos aquellos que sostienen otro Cristo diferente del mío son falsos apóstoles, operarios fraudulentos que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Esto no hace maravillarse, porque Satanás se disfraza de ángel de luz >>. (II Cr. XI, 13), y como si no hubiésemos comprendido que su Cristo pertenece a las visiones, confirma: << Ninguno puede decir que Jesús es el Señor si no es bajo la acción del Espíritu Santo >>. (I Cr. II, 3).

Cualquier refutación que se pueda hacer para sostener que estas afirmaciones no son suficientes para demostrar que el Cristo predicado por Pablo no se había encarnado, no puede absolutamente ser válida desde el momento en que sabemos, siempre a través de sus cartas, que los falsos apóstoles, los fraudulentos, que predican un Cristo diferente al suyo son nada menos que Pedro Kefas y Giacomo que, estando en cuanto afirma la Iglesia, fueron los testigos directos de la vida terrena de Jesús: << Muchos son los Cristos de los que se habla, está el de Pedro Kefas, el de Apolo de Alejandría, el de Cristo >> (1, Cr. 12) Pero solamente uno es el verdadero, el mio porque yo no soy de ninguna manera inferior a esos súper - apóstoles también soy nada. (II Cr. 11, 22)… << ¿ Son ellos hebreos? ¡También yo! ¿Son israelitas? ¡También yo! ¿Son de la estirpe de Abraham? ¡También yo! ¿Son ministros de Cristo? Estoy por decir una locura, yo lo soy más que ellos >>. (II Cor. 11, 22). (No discutimos sobre la frase << estoy por decir una locura >> que es una evidente interpolación, ¡que no vale la pena!)

Que entre Pablo y los representantes de la comunidad de Jerusalén ha habido discusiones por hacer prevalecer cada uno su propio Cristo se nos dice en las misma cartas en el pasaje en el que se no cuenta que Pablo, 14 años después de haber tenido la revelación en el camino a Damasco, se paró en Jerusalén para exponer su evangelio. << Después de catorce años, fui de nuevo a Jerusalén para exponer el evangelio que predicaba a las personas más notables para no correr el riesgo de correr en vano. Pero de aquellas personas notables, no aprendí nada más >> (Gal. II, 6). Y aún, lo más asombroso de todo nos llega porque el que interviene para poner fin a esta cuestión es el mismo Cristo, quien demostrando ser contra los apóstoles de Jerusalén, dice a Pablo, en una posterior aparición, que no insistiese porque ellos no habrían nunca reconocido a su Cristo por aquél verdadero: << Sal rápido de Jerusalén (es Cristo que habla) porque las gentes de aquí no escucharán nunca tu testimonio >>. ( Hch. XXII- 18)

<< Pablo tiene que afirmar la superioridad de su revelación en contra de aquellos que él llama con desprecio “súper - apóstoles” de la comunidad de Jerusalén y sobretodo de Giacomo y Pedro, llamado Kefas en la convicción de que sólo su Cristo sea verdadero. Pero ¿cómo puede pablo hablar así de hombres que han tenido el privilegio de conocer a Jesús viviente? ¿Cómo es posible que ninguno se haya opuesto a sus afirmaciones y a su arrogancia presentando las ventajas que Giacomo y Pedro tenían sobre Pablo? No vemos que ninguno ponga objeciones cuando afirma conocer a Cristo mejor que ellos. En ninguna de sus palabras Pablo deja entender que Giacomo y Pedro hayan conocido a Jesús. No solamente no lo afirma si no que lo niega declarándose superior a ellos. Él reconoce no haber sido el primero en el orden cronológico de las revelaciones: “Él se apareció a Kefas, después a los doce y por último a él. Pero esta solamente es una sucesión de tiempo que no da derecho a ninguna jerarquía siendo representada por visiones >> (Guy Fau. Op. Cit. Pág. 72).

Pablo dice de haber ido a Jerusalén pero de no haber aprendido nada más de esta comunidad de cuanto había aprendido de Cristo en su revelación. De otro modo, ¿qué habría podido aprender de éstos si Cristo no había existido? ¿Cómo habrían podido hablarles de su encarnación, muerte y resurrección si también ellos esperaban la llegada de un Mesías esencialmente espiritual que habían conocido por revelaciones como el mismo Pablo declaraba en el pasaje citado arriba por Guy Fau?

De personajes que habían sostenido la parte del Mesías durante la era cristológica muchos había entre los pertenecientes a la dinastía de los asmonitas, directa dscendiente de la estirpe de David, como Judas llamado el Galileo, Teuda, un anónimo egipcio (!?!), Méname y quizás también Eleazar y otros tantos de menor importancia… pero todos habían fracasado en su misión. Eso que nos hace preguntarnos más bien si la comunidad de Jerusalén sostenía de verdad la llegada de un Mesías espiritual en el momento en ue Flavio Josefa nos presenta a Pedro y Giacomo como dos activistas asesinados por los romanos por sedición.

De todas formas, aunque si por el momento no insistimos sobre este argumento, lo que resulta de los textos sagrados es que ni Pablo, ni los apóstoles de Jerusalén, testimonian, con su silencio sobre la vida de Cristo, la no existencia histórica de Jesús.

<< Hay mucha gravead en las pruebas que extraemos de S. Pablo en cuanto a la no existencia de Jesús: Pablo no se interesa nunca por la vida terrestre de su Cristo. Es solamente 14 años después del inicio de sus predicaciones que va a Jerusalén, pero no para informarse sobre la vida de Cristo como habría debido ser si hubiese realmente existido, sino para imponer sus propios conceptos sobre él. ¿Se puede manifestar más, a través de un tal “poco me importa”, la inexistencia de un hecho que se afirma aconteció? De su viaje a Jerusalén, Pablo no aporta ningún detalle, ni siquiera mínimo, sobre la biografía de Jesús; no se interesa por los lugares santos, no hace la más mínima alusión a los milagros que se atribuyen a Jesús, no nombra a Pilatos, ni a Caifás, ni al Sanedrín, ni a Herodes, ni a las santas mujeres entre las que habría debido estar María, la madre del Salvador que, según la Iglesia, contribuyó a la redacción del evangelio de Lucas, no hace ninguna alusión a la pasión ni a la crucifixión.

Si tuviese la más mínima convicción de su Cristo a través de informaciones habidas por numerosos testimonios que la Iglesia defiende que hubieron en la comunidad de Jerusalén, la primera cosa que sería natural que Pedro hiciese, ¿no debería de ser la de preguntar lo más posible, de informarse para recoger todos los detalles posibles para conocer la vida de Jesús? Y bien, nada de todo esto: continúa a predicar un Cristo que ha conocido por revelación desconociendo todo sobre su vida. ¿No es todo esto un absurdo inaceptable? >> (Guy Fau. Op. Cit. Pag. 71).

Y todavía: << La Iglesia se ha dado cuenta hasta tal punto de la indiferencia de Pablo por la información directa que habría debido buscar en este viaje a Jerusalén, que ha intentado repararla insiriendo en la misma carta a los Gálatas, una alusión a un viaje precedentemente hecho por Pablo a Jerusalén, para poder decir que si no se había informado en el viaje ocurrido 14 años después del inicio de sus predicaciones, era porque ya conocía la vida de Cristo. ¡Esto es ya demasiado! La interpolación es tan evidente que no se puede tener ninguna duda sobre ella porque, además del análisis exegético que demuestra la falsedad, nada cambia, igualmente, en el primer viaje en lo que tiene que ver con la historicidad de Cristo por lo que Pablo continua ignorando toda su vida. De este primer viaje ningún escritor habla, al menos hasta S. Ireneo (final del siglo II) quien hablando de S. Pablo, demuestra ignorarlo. El mismo juramento hecho por el interpolador: << Tomo a Dios como testigo de que digo la verdad >>, ¿no es ya de por sí una prueba de la falsificación del pasaje? (Ausencia de evidencias, evidencia de ausencias). ¿Por qué otro motivo este juramento si no porque lo que se decía era falso? >>. (G Ory- Cuaderno el Círculo Renan 1955).

Entre tantas pruebas aportadas por los mismos Textos Sagrados que resultan irrefutables no obstante los varios tentativos de falsificación en ellos realizados, la verdad que se obtiene no puede ser más que una: Jesús no se hizo ununca un hombre y el Cristo predicado por la comunidad de Jerusalén era un Cristo imaginario e hipotético como aquel de Pablo y de todos los otros predicadores del siglo I que lo esperaban todavía como nos confirmado por Plinio el Joven en su carta de Bitinia, por el Apocalipsis del 95 y por el mismo Pablo si bien explícitamente nos dice que los Apóstoles de Jerusalén lo habían conocido como él por revelación: << Cristo se apareció a Cefa y por lo tanto a los doce. Después se apareció todavía a quinientos hermanos de una sola vez. Además se apareció a Giacomo, y por lo tanto a todos los apóstoles. Por último se apareció a mí >> (Cor. 15, 5). Y era sobre un Cristo esencialmente teológico y por lo tanto carente de historia, que cada predicador construía y defendía las propias convicciones religiosas y políticas como aquellas que tenían que ver con el tratamiento que debía reservarse a los convertidos: si circuncidarlos o no, si se les debía permitir continuar comiendo carne de animales inmundos y si podían ser bautizados los eunucos como resulta en los mismo textos sagrados (I. Cor. 17- Hch. 11, 1- Hch. 16, 1- Hch. 2,3 Hch.15, 1- I Cor. 7, 17- I Cor. 8,2 etc…). Todos los argumentos doctrinales que debían establecerse para instituir las reglas que habrían permitido una amalgama de culto entre costumbres de los paganos convertidos y las leyes mosaicas practicadas por las comunidades esenas.

Este Pablo, el Pablo apóstol e un cristianismo eseno que en el siglo primero vivía todavía a la espera de un Mesías que debía descender de cielo y cuyo avenimiento era requerido hasta que diese a cada uno el “propio salario”, entendido como recompensa para sus secuaces y castigo para sus enemigos, como se repite en las dos ediciones del Apocalipsis, ya sea la del 68 en forma humana y guerrera, ya sea la del 95 en forma espiritual. Un Pablo eseno como lo son todos aquellos que forman parte de la comunidad de Antioquia, Alejandría, Damasco, Esmirna, Laodicea… etc, comprendidas aquellas de Roma y Jerusalén.

Ya se tiene desde las primeras páginas de los mismos Hechos de los Apóstoles, exactamente en el pasaje del capítulo 2 en relación con “la vida de los cristianos”, que parece extraído directamente del “Libro de las Reglas”de los esenos, la impresión de que la comunidad de Jerusalén es la comunidad esena, se pasa después a lacereza en cuanto se lee de esta: << Todos aquellos que se habían hecho creyentes estaban juntos y tenían cada cosa en común: quien tenía propiedades y sostengo las vendía y hacía partícipes a todos, según la necesidad de cada uno >> (Hch.2, 42), y todavía, siempre en los hechos: << La multitud de aquellos que habían venido a la fe tenían un solo corazón y una sola alma y ningno decía su propiedad. Aquello que le pertenecía. Sino que cada cosa era entre ellos, común, de hecho ninguno entre ellos estaba necesitado, porque cuantos poseían campos o casas las vendían, llevando el importe de lo que había sido vendido y poniéndolo a los pies de los apóstoles, y después era repartido a cada uno según la necesidad >>. (Hch. 4, 32), que son las mismas, idénticas informaciones que recibimos por parte de los historiadores del momento referentes a los esenos: << Los esenos tienen una única casa para todos y los gastos son en común… Todo lo que reciben como salario diario, o lo conservan en propiedad sino que lo depositan en un fondo común con el fin de que sea usado en beneficio de todos aquellos que quieran servirse >>. (Filón Alejandrino). Y además: << Entre los esenitas es admirable su vida comunitaria. En vano se buscaría entre ellos unos que posea más que los otros. Es, de hecho, una ley que se impone a aquellos que entran de ceder el propio patrimonio a la corporación de manera que en ninguno de ellos pueda aparecer la humillación de la miseria o la altivez de la riqueza, sino una igualdad que los vuelve hermanos >>. (Flavio Josefo).

Si todavía hubiese dudas sobre este argumento, cosa posible para los “duros de mollera”, como los lama el mismo Yahvet a aquellos que no quieren entender, no quedas más que leer ese detalle extremadamente interesante que nos llega por Ananias Saffiras (Hch. 5).

Excluyendo por tanto, que pudiese haber dos comunidades religiosas idénticas que actuaban en paralelo desconociéndose, ¿qué otra cosa podía ser la comunidad de Jerusalén si no esena como solamente esenas podían ser todas las otras del Medio Oriente, de Grecia y de Roma si consideramos absurda la existencia de este dualismo?

Demasiadas son las referencias a las prácticas que los secuaces de la comunidad de Jerusalén llevaban a cabo en el respeto por las leyes y los libros de sus padres, como dice Filón, para que se pueda defeder que no eran esenos:

El voto del nazireato instituido por Moisés: “El Señor le dijo a Moisés: << Habla los israelitas y cuéntales: Cuando un hombre y una mujer harán un voto especial, el voto del nazireato, para consagrarse al Señor se excavará para beber sustancias alcohólicas y durante todo el tiempo de su voto la navaja no pasará sobre su cabeza, hasta que no se habrán cumplidos los días por los cuales se ha consagrado al Señor, se dejará crecer la melena >> (Nm. 6, 1), confirmado por los asideos (predecesores de los esenos) durante la revuelta de los macabeos hasta que los nazir asumirán el encargo de la formación religiosa en el ejército yahavita: << Los revolucionarios se reunieron en Masfa que en los tiempos antigus había sido un lugar de culto y abrieron los librosde la ley para descubrir cuánto los paganos intentaban saber acerca de sus ídolos. Llevaron los vestidos, las primicias y las décimas e hicieron avanzar a los nazir que habían cumplido los días de su voto >>. (I Mc. 3, 48).

En los Hechos de los Apóstoles numerosas son las citas que además de testimoniar la presencia de nazaritas en la comunidad de Jerusalén, como en el pasaje referido en 21, 23: “ Se volvieron a Pablo y le dijeron: << haz cuanto te digamos: hay entre nosotros cuatro hombres que tienen un voto que elegir . Llévalos contigo, cumple la purificación junto a ellos y paga el gasto por ellos para que puedan rasarse la cabeza >>, nos confirman que el mismo Pablo era un nazir:

<< En Cencre, Pablo se hizo cortar el pelo por un voto que había hecho >> (Hch. 18, 18) y más adelante (Hch. 24, 5), un abogado de nombre Tertullo acusa de la forma más evidente a Pablo delante del Sumo Sacerdote Ananias de ser un instigador eseno. << Hemos descubierto que este hombre es una peste, fomenta continuas revueltas entre los judíos y es jefe de la secta de los nazireos >>.

Y otras pruebas sobre la naturaleza esena de Pablo las encontramos en otros numerosos episodios, como:

a) El emperador Claudio expulsó en el 52 de Roma a los hebreos que eran motivo de continuos desórdenes y Pablo en sus viajes de predicador fue hospedado, según las reglas de la comunidad esena (Cnfr. Flavio Josefo, arriba citado) por una pareja que formaba parte de estas expulsiones: << Pablo dejo Atenas y se paró en Corinto. Allí encontró un judío llamado Aquila llegado poco antes de Italia, a raíz de la orden de Claudio que alejaba de Roma a todos los judíos. Pablo se quedó en su casa y como era del mismo trabajo, se estableció con ellos en su casa y trabajaba. Eran, de hecho, fabricantes de cortinas >>. (18,1).

b) Los esenos rechazaban cada figura de divinidad hecha por la mano de hombre según aquella ley que Moisés recibiese de Dios: <<Guardaos de no hacer imagen alguna esculpida de cualquier cosa, referente a la que el Señor tu Dios te ha dado un mandato: Guardaos de aquellos hechos por la mano del hombre, de los e madera y de los de piedra>> (Dt. 4,15), y Pablo como buen eseno respetuoso por las leyes de los antiguos padres, crea verdaderos tumultos en toda Asia por oponerse al comercio “ de divinidades fabricadas por la mano del hombre”. (Hch 19, 23).

c) No comer ni sangre, ni animales ahogados según la ley de Moisés: <<Ninguno entre vosotros comerá sangre, ni tampoco el extranjero que está de paso entre vosotros comerá sangre. No comeréis sangre de ninguna especie de ser vivo, porque la sangre es la vida de cada ser vivo. No comeréis carne de bestia muerta naturalmente o descuartizada >> (Lv. 17- 12, 14), los esenos imponen a los convertidos el no comer sangre ni carne de animales muertos naturalmente: << En cuanto a los paganos que han venido a nuestra fe, nosotros hemos decidido que se abstengan de la sangre y de cualquier animal ahogado >>. (Hch. 15, 19).

d) Pedro por eseno cumplidor como es a las leyes de los antiguos padres, a Dios que le ofrece comer cualquier tipo de cuadrúpedo, pájaros del cielo y reptiles de la tierra, responde: << No, señor, porque yo no he comido nada de profano y de inmundo >>. (Hch. 10, 12).

e) Y el discurso de Estéfano ¿no es otra prueba de la naturaleza esena de las comunidades existentes en el primer siglo, con su panegírico a las leyes de los antiguos padres y la referencia a aquel “Justo” que era el tan esperado Mesías de los esenos de cómo resulta de los documentos de Qumran?

h) Otra indiscutible prueba confirmada de que Pablo era un predicador eseno nos llega de su discurso del matrimonio: <<… a los no casados y a las viudas digo: es una buena cosa quedarse como estoy yo, pero si no saben vivir en continencia, que se casen; es mejor casarse que arder (arder de ganas)>>. (I Cr. 7), cuando nosotros sabemos que esto era un argumento fuertemente tratado por los esenos: << Por sí mismos desdeñan el matrimonio, pero adoptan los hijos ajenos, mientras son todavía dóciles a sus amaestramientos: los consideran como parientes y los modelan según sus costumbres… Existe además otro grupo de esenos que para generar vida, por costumbre y por legislación discrepa de los otros sobre la cuestión del matrimonio. Retienen que aquellos que no se esposan cortan una parte importantísima de la vida, esto es, la propagación de la especie, tanto que si todos adoptaran la misma opinión favorable al celibato bien rápido desaparecería el género humano >>. (Flavio Josefo. Guerra Judía. Mondadori IV, págs. 57-62).

Quitando estos pasajes y pocos más, entre los que están aquellos que tienen que ver con la circuncisión de los paganos convertidos, que fueron escritos sobre la base de testimonios aportados por la tradición, el resto de los Hechos de los Apóstoles y de las cartas atribuidas a San Pablo no son más que un puñado de invenciones y de mentiras que fueron añadidas a continuación para sostener esa estructura sobre la que fue construido el cristianismo.

Basta confrontar la terminación de los Hechos de los Apóstoles en cuanto la Iglesia afirma refiriéndose a su historia en los años 60, para remarcar una incoherencia en los hechos tan macroscópica que solamente los obtusos y los deshonestos pueden rehusarla: mientras la Iglesia sostiene que en el 46 Pedro era ya obispo de Roma, que los cristianos celebraron en el 50 el primer concilio, que los cristianos eran perseguidos por Tiberio y por Nerón en verdaderas masacres, que las conversiones se realizaban en masas numerosísimas constituidas por todos las clases, en los Hechos de los Apóstoles se dice que los judíos, residentes en Roma en un número de 50.000, distribuidos en trece sinagogas (nota 17 del C.E.I.), piden a Pablo, que viene de las comunidades del Asia Menor, de informarlos sobre ellos, porque no los conocen. (Hch. 28, 21). Y la cosa asume un carácter ridículo si consideramos que Pablo, después de haber escrito en el 57 una carta a los romanos diciendo que “su fe se había esparcido en todo el mundo”, la fe que declara tener en común con ellos (Rom. I, 8), los ignora completamente tanto como para quedarse, no en su comunidad, ya que llegaba a Roma, cerca de la sinagoga, esto es, cerca de los mismo hebreos que lo habían obligado, bajo la acusación de ser un instigador, a apellidarse César.

Y por si no bastase para entender cómo todo esto es un absurdo, se nos dice de Pablo que, de cara a todas las persecuciones contra los cristianos que según la Iglesia tenían lugar en los años 60, Pablo continúa a enseñar el evangelio de Jesús estando tranquilamente sentado en la casa que había alquilado: << Pablo transcurrió los dos años que siguieron, en la casa que había alquilado donde acogía a todos aquellos que iban a su casa, anunciando el reino de Dios y enseñando las cosas que tenían que ver con el Señor Jesucristo, con toda franqueza y sin ningún impedimento>>. (Final de los Hechos de los Apóstoles). Algunos historiadores de la Iglesia, todavía discuten si la placa de enseñante de religión cristiana, puesta sobre la puerta del apóstol, había sido escrita en griego, en arameo o en latín.

... usque tandem, Catilinae, abuteri patientia nostra?

Los hechos arriba señalados se refieren al primer siglo, esto es a aquellos que fueron escritos sobre los testimonios que, aportados por la tradición oral, se referían a aquella corriente religiosa esena sobre la que la Iglesia, falsificando los textos, ha construido su cristianismo a partir, como veremos, de la mitad del segundo siglo. Todos los otro fueron añadidos poco a poco a medida que se desarrollaron los conceptos de un Mesías, que partiendo de una revelación, al final se convirtió en aquello que hoy nos viene presentado como el Mesías que se encarnó e históricamente existió como hombre.

Ningún personaje que forme parte de la cristología, puede demostrarnos de una manera tan clara el sucederse de cuatro estadios que han formado la metamorfosis histórica y teológica que ha llevado al Mesías eseno del Apocalipsis al Mesías de los evangelios canónicos.

El estadio número uno es aquel del Mesías bíblico que viene presentado por el Apocalipsis como un ser celeste similar a “parecido a hijo de hombre, cinto de oro y con ojos flameantes…” (Ap. 1, 18) quien, realizando la visión de Daniel, sostiene el papel del Mesías que está todavía en espera de contactar con los hombres.

El estadio número dos, es aquel del Mesías de Filón (Logos) que, aún restando espiritual, entra finalmente en contacto con los hombres a través del sonido de la voz que en un cierto punto se encaballa con el precedente, tanto que mientras el Apocalipsis del 95 lo deja todavía en una visión muda, Pablo declara haber sentido la voz que pude comprender entre el año 40 el 100.

El estadio número tres que es aquel del Mesías gnóstico que desciende del cielo tomando del hombre solamente la apariencia que partiendo del inicio del siglo II se alarga con el gnosticismo prácticamente hasta los siglos V y VI, salvo cualquier resto que todavía persiste.

El estadio numero 4 es aquel del Mesías de la Santa made Iglesia que se hace hombre de carne y hueso que parte de la mitad del II siglo para llegar hasta nuestros tiempos.

Pablo interviene en el segundo estadio como anunciador y predicador del primer contacto e los hombres con el Mesías, declarando haberlo visto y sentido a través de una revelación en el camino a Damasco. La grandeza teológica de Pablo es aquella de haber dado al abstractismo del Logos Platónico lo concreto de una voz, de haber determinado a través de la revelación habida en el camino a Damasco el primer contacto entre Dios los hombres.

<< ¡He visto a Cristo y he hablado con él! >> declara Pablo, y “ en la figura de predestinado a conocer la voluntad de Dios, a ver el Cristo y a oír la palabra de su misma boca, y declarándose testigo de todas las cosas que ha visto y oído” (Hch.22, 14), transforma el abstractismo del Logos Platónico en algo concreto, una voz, que a fin de cuentas no es más que a realización del Salvador preconizado por Filón.

Este es el verdadero Pablo, el Pablo auténtico del segundo estadio que, ignorando la encarnación, predica un Cristo que ha contactado con los hombres a través de la palabra.

Éste es el Cristo de Pablo que precede a aquel de Marción, esto es aquel Cristo del tercer estadio de la metamorfosis que de voz fue transformado en un ser que desciende sobre la tierra tomando del hombre solamente las apariencias.

Si como el concepto de un Salvador descendido sobre la tierra tomando del hombre solamente las apariencias es una consecuencia de la resolución que los esenos tomaron de construirse un Mesías que se había ya realizado, no puede ser más que posterior al Apocalipsis del 95 que espera todavía la llegada, no se puede más que concluir que todos los pasajes de Pablo de Tarsos que tratan de un Cristo descendido sobre la tierra quedando esencialmente espiritual han sido añadidos después de esta fecha, y exactamente por ellos que para sostener las teorías agnósticas que encontramos por vez primera en el evangelio de Marción, le hacen decir: << Desde la descendencia de David, según la promesa, Dios trajo para Israel un Salvador. Los habitantes de Jerusalén y sus jefes no lo han reconocido y condenándolo han cumplido las palabras de los profetas>>. (Hch. 13, 23).

Y como para Marción la muerte del Señor no había acontecido por la crucifixión sino por voluntad de los “arcontes” (demonios imaginados en los sistemas gnósticos), así para el Pablo del tercer estadio Cristo sería muerto por los “príncipes de las tinieblas”. (Guy Fau. Pag. 81)

Afirmar que Pablo haya podido escribir sobre un Cristo gnóstico que ha sido concebido solamente en la primera mitad del siglo II sería un absurdo, sea porque la figura de un Cristo que ha pasado entre los hombres desmentiría el Cristo de su revelación, y sea porque Pablo, según la Iglesia murió en el año 67.

Así que todos los pasajes atribuidos a Pablo que tienen que ver con un Cristo descendido sobre la tierra tomando del hombre solamente las apariencias, resultando indiscutiblemente falsos, nos permiten seguir, a través de las varias sobreposiciones, toda la metamorfosis religiosa que ha llevado al cristianismo.

Es en este punto, que considerando que Marción no habría llevado nunca a Roma las cartas que, afirmando un Cristo conocido solamente por revelaciones, habrían sido contrarias a su Cristo descendido sobre la tierra, nos preguntamos si no fue él quien escribió todo eso en ellas refiriéndose a un Cristo gnóstico como lo encontramos en los pasajes atribuidos a Pablo, como: << Dios ha enviado al propio hijo en una carne similar a aquella del pecado >> (Rom, VIII, 3).

<< Cristo aún siendo de naturaleza divina, se desnudó a sí mismo asumiendo la condición de siervo y volviéndose similar a los hombres se les apareció en forma humana >>. (Fl. 6).

<< Jesús ha entrado en el santuario como precursor, volviéndose Sumo Sacerdote a la manea de Melchisedech. Él, sin padre, sin madre, sin genealogía, hecho parecido a un hijo de hombre , se quedó sacerdote eternamente >> (Ebr. 7, 1), que ha sido uno de los argumentos de los gnósticos para sostener que Cristo no tenía un nacimiento terreno.

Otra prueba que demuestra que Pablo ha sido usado por la corriente gnóstica nos llega del pasaje que se refiere a aquel Simón Mago que fue una invención del gnosticismo para combatir la magia que estaba retomando el camino hacia las masas que cada vez más se estaban alejando de un Cristo vuelto demasiado complejo y por lo tanto incomprensible por las teorías gnósticas.

<< Elimas, el mago, de hecho signiica su nombre, hizo oposición a Barrabás y a Saulo que pretendían parlar al procónsul de su fe. Entonces Saulo, llamado también Pablo, mirándolo a los ojos lo acusó de ser un hombre lleno de fraudes y de malicia, hijo del diablo y de alterar los caminos rectos del Señor >>. (Hch. 13, 8). Es suficiente remarcar que el nombre de Pablo se confunde con su apelativo para comprender hasta qué punto este episodio sea una demostración de ordinaria interpolación.

El cuarto estadio que a su vez podría dividirse en otros períodos, como los que tienen que ver con la atribución del nombre de Jesús a Cristo, el nacimiento terreno y la virginidad de la Virgen, es aquello que tiene que ver con la encarnación del Mesías.

Pablo, convertido en presa de la Iglesia, es utilizado por ellos para transferir al cristianismo naciente todo aquello que le había estado precedentemente atribuido. Añadiendo el nombre de Jesús y atribuyendo a Pablo afirmaciones del todo contrarias a cuanto había sostenido anteriormente, se hicieron dueños de la historia cristiana sustituyendo a los esenos. Y así, Pablo que después de haber predicado en el siglo primero el Logos de Filón, esto es, el Cristo que había contactado con los hombres solamente a través de una voz, había pasado después en la primera mitad del II siglo al Cristo gnóstico descendido sobre la tierra tomando del hombre solamente las apariencias, se vuelve en la segunda mitad del siglo II el defensor de un Mesías cristiano de la Santa Madre Iglesia, encarnado y muerto en la cruz.

<< Pablo, siervo de Dios, apóstol por vocación, elegido para anunciar el evangelio de Dios en lo que tiene que ver con el Hijo, nacido de la estirpe de David, según la carne …>> . (Rom. 1, 1). Esta presentación que la Iglesia hace de Pablo en la carta a los Romanos, no puede, ya por sí misma, como una forzamiento por aceptar las afirmaciones que a continuación le serían atribuidas sobre la humanización de Cristo.

<< Ymientras los judíos piden milagros y los griegos buscan la sabiduría, nosotros predicamos Cristo crucificado, escándalo para los judíos, estupidez para los paganos >>. (Cr. 1, 22). En este pasaje aparece evidente la situación de los primeros cristianos que deben imponer la crucifixión de un Cristo muerto como hombre a los hebreos que rechazaban aceptarla porque era tenida como una infamia para un dios, y a los paganos que sabían bien que nunca había acaecida.

Los pasajes relativos a la Eucaristía expresados en la primera carta a los corintios (9, 16) y (11, 23), puestos en boca de Pablo, ¿no son la demostración más evidente de la catequesis que los primeros cristianos comenzaron a practicar en la II mitad del siglo segundo para sostener aquel sacramento que había determinado el cisma ente ellos y los gnósticos?

<< Oh, estúpidos gálatas, quien nunca os ha embrujado, vosotros a los ojos de los que os fue presentado vivo el Jesús crucificado >> (Gl. 3, 1). Este reproche a los gálatas porque se niegan a creer en la crucifixión de Cristo, además de demostrarnos la incoherencia que hay entre Pablo, que la había precedentemente negado declarándose superior a Pedro y Giacomo que según la Iglesia habían sido testimonios, no puede ser más que una ulterior prueba de la no existencia histórica de Jesús, si consideramos que el hecho tiene lugar, según la Iglesia, en el 53, esto es, solamente 20 años después de la crucifixión. (La Sagrada Biblia Ed. C.E.I.). Si la crucifixión fue verdaderamente, ¿cómo es posible que los gálatas, declarados por el mismo Pablo testigos del hecho, puedan negarla?

<< Pero cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios mandó a su Hijo, nacido de mujer , para rescatar a los hijos nacidos bajo la ley…>>. (Gl. 4,4). Este pasaje, después, es añadido solamente cuando la Iglesia decide de dar a Jesús un nacimiento terreno, ya que al inicio, siguiendo el evangelio de Marción, lo había hecho descender a Cafarnao como un hombre directamente del cielo, es particularmente tardía. (Siglo III como mínimo).

El hecho de que los Hechos de los Apóstoles y las cartas de Pablo sean una mezcolanza de incoherencias y contradicciones, es de por sí la demostración más evidente de que han sido escritos por diferentes personas en épocas diferentes que han tratado de adaptar a sus conceptos, a través de las modificaciones, correcciones y añadiduras lo que por otros ha sido precedentemente aportado.

Sería suficiente, cosa en el fondo también posible, reunir los varios conceptos según los estadios a los que se refieren para tener tres o cuatro librillos comprensibles en sus exposiciones… acordándose naturalmente de eliminar de todos los escritos anteriores a la segunda mitad del siglo II el nombre de Jesús, a los cuales fue añadido por los falsificadores con tanta abundancia y de manera tan manifiestamente inoportuna para suscitar a menudo una sonrisa de conmiseración más que de desprecio.

Solamente un loco podría sostener contemporáneamente tantos conceptos tan contrastados entre ellos, un individuo tan exaltado y desequilibrado para llevar uno de los mismos redactores de los Hechos a reconocerlo en cuanto se nos dice claramente, de forma ciertamente irónica a través del abogado Tertullo: << ¡Pablo tanta ciencia te afectado a la cabeza! >>.

La comunidad de Roma, como hizo propias las cartas de Pablo que le habían sido consignadas por Marción, así se apropió de su evangelio para construir sobre el mismo, a través de modificaciones, añadiduras y cancelaciones, aquellos evangelios que nosotros conocemos, aquellos cuatro evangelios en lo que viene contada la vida de un Jesús hombre, descendido en Cafarnao en edad adulta en el quinceavo año del reinado de Tiberio, siendo gobernador de la Judea Poncio Pilatos y Sumo Sacerdote Caifás, como exactamente venía dicho del evangelio de Marción.

¿Qué responde la Iglesia si se la hace observar que en los puntos esenciales sus evangelios son iguales a aquellos de Marción aparecido en el 140? La Iglesia responde, en su maestría para darle la vuelta a la tortilla, que no fueron los cristianos los que construyeron sus evangelios sobre aquel de Marción, sino que fue Marción quien rehizo su evangelio a raíz del de los cristianos.

 

 

 

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© Luigi Cascioli