¿Por
quién y desde cuando está escrito el Apocalipsis?
¿Qué expresa el Apocalipsis?
Según
la Iglesia, el Apocalipsis del griego “Revelación”,
fue escrito por el discípulo Juan, el mismo autor
del IV evangelio, en los años 94- 95 en la isla
de Patmos (Grecia) durante las persecuciones contra
los cristianos llevadas a cabo por el emperador Domiciano.
Este expresa, a través de una revelación
hecha por un ángel a Juan, la esperanza de la
victoria final de Cristo sobre las potencias del mal.
Dejando
cada comentario sobre el significado arbitrario y faccioso
que la Iglesia atribuye a este libro, que no nuestra
intención de entrar en cuestiones fideisticas,
pasamos al examen de este libro considerando exclusivamente
aquellos presupuestos que pueden ser tratados en un
proceso laico, tales como los históricos y las
argumentaciones dependientes exclusivamente de la razón.
El
libro del Apocalipsis, constituido de 22 capítulos,
se divide en dos partes, una central de 18 capítulos
en los cuales se cuenta la “revelación”
del ángel a Juan de Patmos, de la cual la obra
toma el nombre, y la otra representada de los tres primeros
y del último en el cual Cristo se dirige personalmente
al discípulo para pedirle que escriba cartas
a las siete Iglesias de Grecia: la Iglesia de Éfeso,
de Esmirna, de Pérgamo, de Tiatira, de Filadelfia,
de Sardi y de Laodicea.
Si
todos los historiadores están de acuerdo en que
la parte del Apocalipsis compuesta de los tres capítulos
no pudo ser hecha antes del 95 porque sólo en
esa fecha existían las dichas Iglesias, igualmente
reniegan que el resto fuese escrito en esa fecha.
Los
18 capítulos que constituyen el verdadero y propio
Apocalipsis, no fueron escritos en Patmos, sino en Jerusalén,
entre junio del 68 y enero del 69, como ha sido irrefutablemente
demostrado por Engels.
Pero,
antes de leer el pasaje del Apocalipsis del cual Engels
ha obtenido una conclusión tan exacta, conviene
hacer un resumen de los hechos a los que se refiere.
El
ejército revolucionario eseno- celota, guiado
por Méname, hijo de Judas el Galileo, promotor
de la Guerra del Censo (6- 7 d. C), declara la guerra
a los romanos en el 66 (Guerra Judaica).
El
ejército de Méname es organizado y potente
y la guerra, en un sucederse de alternos acontecimientos,
favorables en ocasiones a los romanos, en ocasiones
a los revolucionarios, llega el año 68 en el
que Nerón muere suicidándose. La muerte
de Nerón provoca tales desordenes que Roma se
ve sumida en un estado de auténtica anarquía
política social. El primer afectado por esta
situación caótica es el ejército
que, sin dirección ni asistencia, se retira a
Siria dejando Palestina a los judíos que ahora
ya seguros de haber legado a la victoria final contra
Roma, la Babilonia de la corrupción, aclaman
a Méname rey de Jerusalén.
A
Nerón lo sucede Galba, pero su reinado, incierto
y de una duración de tan solo 6 meses, comprendidos
entre junio del 68 y enero del 69, no sólo no
ayuda a evitar la disgregación en la que se encontraban
las instituciones del Estado, sino que la empeora al
extenderse un rumor según el cual era cierto
que Nerón no había muerto y que estaba
preparando un ejército para reconquistar el trono.
Rumor que encontró, en efecto, justificación
en un personaje auténtico que declarándose
Nerón, combatió contra Roma pero fue derrotado.
Hecho
este resumen de los hechos acaecidos a la muerte de
Nerón, leemos ahora el pasaje del Apocalipsis
del cual Engels extrajo la fecha exacta en la cual éste
fue escrito:
“El
ángel me transportó en espíritu
en el desierto (es el autor que habla en la plenitud
de su visión). Allí vi una mujer sentada
sobre una bestia escarlata, cubierta de nombres blasfemos,
con siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba cubierta
de púrpura y de escarlata, adornada con oro y
piedras preciosas y perlas, tenía en la mano
una copa de oro, llena de los abominables y de las inmundicias
de su prostitución (si se refiriese a nuestra
época no se podría pensar más que
al Vaticano). Sobre la frente había escrito un
nombre misterioso: <<Babilonia la grande, la madre
de las prostitutas de los abominables de la tierra>>.
Al verla fui presa de un gran estupor. Pero el ángel
me dijo: ¿por qué te maravillas? Yo te
explicaré el misterio de la mujer y de la bestia
que la lleva, con siete cabezas y diez cuernos. La bestia
que has visto, pero que no existe (afirmación
dada por la certeza de su derrota) subirá desde
el abismo pero para ir a la perdición. Y los
habitantes de la tierra, se sorprenderán al ver
a la bestia que no era y no es más, reaparecer.
Las siete cabezas son los siete cuellos sobe los cuales
está sentada la mujer y son también los
siete reyes de Roma. Los cinco primeros han caído
(Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio, Nerón),
queda todavía uno con vida (el actual Galba),
el otro todavía no ha llegado, y cuando haya
llegado, se quedará poco.
Cuando
la bestia que era y no es más (continúa
explicando el ángel), el rey que deberá
venir aunque figura como octavo se queda de todas formas
el séptimo , pero va a la perdición. (Ap.
17).
¿Por
qué el sucesor de Galba podría aparecer
el octavo si en realidad era el séptimo? Por
que, siendo ya considerado entre los cinco primeros,
una vez que retomase el poder no sería más
que una repetición de sí mismo, esto es
un redoblamiento.
Que
Nerón, a través de aquel rumor que lo
daba todavía por vivo, sea el sucesor de Galba
nos lo confirma el mismo autor del Apocalipsis, en cuanto
se refiere a su tentativo de suicidio, así escribe:
<<
Una de las siete cabezas pareció herida de muerte,
pero su herida mortal fue curada. >> (Ap. 13-3)
y así lo confirma declarando que el número
de la bestia es 666: << Aquí está
la sabiduría. Quien tiene inteligencia calcula
el número de la bestia: que representa un nombre
de hombre. Y tal cifra es seiscientos sesenta y seis
>> (Ap. 13- 18).
La
interpretación de este número, obtenida
por Ferdinand Bernari, profesor berlinés cuyas
lecciones fueron seguidas por Engels, corresponde, según
la simbología numérica hebrea, exactamente
a “Nerón Emperador” y aplicado a
las letras griegas con las cuales había sido
escrito el Apocalipsis.
El
cálculo llevado a cabo por Ferdinand Bernari,
se ve confirmado en el mismo S. Ireneo, Padre de la
Iglesia, que en el libro “Contra las Herejías”
indica a Nerón con el número 616.
¿Por
qué esta diferencia? Por el simple hecho que
Ireneo, usando siempre la simbología hebrea,
hizo el cálculo sobre el sobre el texto escrito
en latín, donde el nombre de Nerón en
griego se convertía en Nero. Eliminando la letra
N, que corresponde a 50, la cuenta que se obtiene es:
666 – 50= 616.
Así
que, volviendo a la fecha exacta del Apocalipsis, podemos
afirmar que fue escrita entre Nerón, quinto emperador
considerado caído, y el séptimo que habría
sido el mismo Nerón redivivo, esto es bajo Galba
“todavía vivo”. (Si no me he hecho
entender con palabras, ¡sólo me queda haceros
un dibujo!).
Una
última prueba de la certeza de la victoria contra
los romanos que levó a los revolucionarios a
escribir el Apocalipsis en el 68, nos llega del discurso
que Eleazar hizo a los habitantes de Massada en el 74.
La
Iglesia para justificar la fecha de 95, recurriendo
una vez más a esos vuelos pindáricos que
son la base de sus embrollos, así comenta el
pasaje superior del cual Engels extraía la fecha
exacta: << Los siete reyes son los imperios de
Augusto, Tiberio, Calígula, Nerón y Domiciano,
que existía todavía en tiempos de Juan.
El poco tempo es el período de la persecución.
El séptimo imperio es el dominio hostil al reino
de Dios, identificado con la fiera >>. (Nota en
la Pág. 7 del Ap. Ed. C. E. I.).
Prácticamente,
además e hacer un discurso sin pies ni cabeza,
carente por tanto de lógica alguna, ignora a
Galba, el emperador reinante, y sus sucesores Vespasiano
y Tito, haciendo un vuelo de la cabeza de la bestia
número 6, de 25 años, para colocarla sobre
la espalda de Domiciano, emperador del 81 al 96. Y por
si no bastase, haciendo pasar la séptima cabeza
por la fiera entera, amputando a la misma fiera una
cabeza alterndo todo el significado del Apocalipsis.
¿Por
qué la Iglesia insiste en atribuir al Apocalipsis
la fecha del 95? La respuesta es simple: si reconociese
que fue escrita en el 68, toda la parte que se refiere
a Jesús, esto es los cuatro capítulos
añadidos en el 95, resultarían demasiado
evidentemente una falsedad por el anacronismo que resultaría
entre esta fecha y las referencias expresadas en el
“Saludo a las siete Iglesias”, como lo que
se refiere a los Nicolaidas, que todavía no existían
en el 68. Por lo tanto, no pudiendo retrotraer al 68
los cuatro capítulos escritos en el 95, han transferido
todo el Apocalipsis al 95. Pero, en el fondo, ¿qué
habría cambiado en lo que se refiere a la existencia
histórica de Jesucristo aunque el Apocalipsis
hubiese sido escrito todo en el 95, desde el momento
en que el mismo excluye, de la forma más categórica,
cualquier referencia a su vida terrestre?
El
Apocalipsis es un verdadero tratado anticristiano que
bastaría por sí solo para confirmar la
indiscutible no existencia histórica de Jesucristo.
El
Apocalipsis, lejos de haber sido escrito por una sola
persona, es un libro eseno- celota, una recolección
de pasajes bíblicos de inspiración apocalíptica
sacados en gran parte del Antiguo Testamento, como aquellos
que tienen que ver con el “Juicio Universal”
y “La visita del Señor” de Isaías
(Is. 24 y 27), “La destrucción de los enemigos”
y la “Batalla final entre Jerusalén y las
naciones” de Zacarías (Zc. 9 y 14), y en
parte de textos de otras religiones, como la lucha entre
los ángeles del bien y del mal y el parto de
la Virgen en el desierto (Ap. 12) de origen Avéstica
y toda la simbología astrológica en la
que se basan los mensajes extraídos en la “Revelación”.
<<
El Apocalipsis no es la expresión de un solo
libro, sino de diversos, de muchos. Sin embargo, no
la unión de varios fragmentos, como por adición
de diferentes libros, como Enoc, sino más bien
de un libro solo formado por diversas estratificaciones,
como aquellas de varias culturas cuando se excava el
fondo de una antigua ciudad. Después de una primera
reelaboración por parte de un escritor judío
del Apocalipsis, y después de otras añadiduras,
tuvo su versión definitiva de la mano de Juan,
el judío cristiano, y después de estos
períodos históricos, fue todavía
retocado y corregido, con añadiduras y cancelaciones,
por parte de editores cristianos que querían
que fuese una obra cristiana.
Nos
quedamos perplejos, ya que si Juan terminó su
Apocalipsis en el 96 d.C., es verdaderamente extraño
que no supiese nada de la leyenda de Jesús, que
no hubiese asimilado nada del espíritu de los
evangelios, todos hechos precedentes a su texto. Extraña
figura, este Juan de Patmos, quienquiera que fuese >>.
(D. H Lawrens– Apocalipsis- Tasc. Newton, Pág.
38).
<<
El Apocalipsis es una obra de guerra, un ardiente reclamo
de los judíos contra el detestado invasor romano.
El descendimiento del Mesías, anunciado próximo,
no tiene nada que ver con una pasión ya vivida:
lejos de morir en la cruz, el Salvador vencedor es visto
como un exterminador de enemigos antes de que pueda
sentar su reino terrestre de miles de años. Se
busca hoy de hacernos admitir que las imágenes
son simbólicas, pero la destrucción de
Roma, recordando aquella de Babilonia, es anunciada
como real. Después de la descripción de
la Gran Masacre, la obra, terminando con la promesa
que hace el Salvador de venir pronto, excluye de la
manera más categórica que Cristo ya haya
venido. Todo el Apocalipsis ignora el Cristianismo;
el cordero no es condenado a muerte bajo Pilatos pero
es inmolado “desde la creación del mundo”
(XIII- 8) según un rito de valor permanente y
n por un hecho histórico. Estamos en la mitad
del siglo segundo y Cristo, lejos de cualquier referencia
histórica, es sostenido en el Apocalipsis como
en los Hechos de los Apóstoles, exclusivamente
por visiones >>. (Guy Fau. Ob. Cit. Pág.
60).
El
silencio del Apocalipsis sobre cualquier referencia
histórica de la vida de Jesús, la ignorancia
más absoluta por parte del autor de Pilatos,
Caifás, los milagros y los terremotos que sacudieron
la tierra a su muerte, son la demostración más
clara de que todo aquello que ha sido dicho sobre él
no es más que una fábula, además
mal contada.
¿Por
quién y desde cuando está escrito el Apocalipsis?
la Iglesia responde que fue escrito por el Juan, el
discípulo de Jesús, autor del IV evangelio,
en los años 94- 95 mientras estaba en el exilio
en la isla de Patmos durante las persecuciones de Domiciano.
¿A
qué se refiere el Apocalipsis? El Apocalipsis
es un libro dividido en 22 capítulos divididos
en dos partes: o siempre estando con la Iglesia, en
ella viene referido en forma profética, a través
de una revelación tenida por Juan, la victoria
de Cristo sobre las potencias del mal.
Si
someto de imprevisto a examen el Apocalipsis sin esperar
al capítulo reservado a los Textos Sagrados,
es porque, habiendo sido escrito en el primer siglo
podemos comprender a través de él la verdadera
situación mesiánica de este período.
Antes
de pasar al examen histórico de este texto, puesto
entre los canónicos, decimos rápidamente
que su presentación hecha como está por
la Iglesia, esto es basada en una revelación
, no puede ser tomada en consideración por un
tribunal que debe juzgar según pruebas concretas
y no sobre afirmaciones imaginarias y cuanto menos abstractas
sostenidas exclusivamente por la fe.
El
Apocalipsis, como dice el nombre griego significa “revelación”,
no es más que la trascripción bajo una
forma profética de lo que un ángel le
dice al autor en un sueño.
¿Quién
ha escrito el Apocalipsis? ¿Cuándo ha
sido escrito y donde? La Iglesia responde que Juan,
apóstol de Jesús autor del IV evangelio,
en los años 94 y 95 mientras se encontraba exiliado
en la isla de Patmos (Grecia).
<<
Yo, Juan de Patmos, vuestro hermano y vuestro compañero
en la desgracia, me encontraba en la isla de Patmos…
Raptado en éxtasis, oí detrás de
mí una voz potente, como una trompa, que decía:
aquello que ves, escríbelo en un libro…>>
y todavía: <<Después de aquello
tuve una visión: una puerta se abría en
el cielo. La voz que había oído hablarme
antes como una trompa decía: sube aquí
arriba, te muestro cosas que deben acaecer dentro de
poco…>> (La primera visión es la
introducción a los capítulos añadidos
en el 95, la segunda es la introducción al Apocalipsis
del 68).
Pero,
¿es esta la verdad? Ciertamente no, y no según
un análisis histórico pero también
según uno religioso.
Análisis
Religioso : Si hubiese sido verdaderamente
dictado por Dios a través de la intervención
de un ángel, en el momento en que ninguna de
las profecías expresadas se han verificado, dos
son las opciones: o el autor, esto es Juan el evangelista
se ha inventado la trola del sueño o bien Dios
no se encuentra en grado de prever el futuro.
Análisis
Histórico : El Apocalipsis, lejos de
haber sido escrito por una sola persona, es en realidad
una recolección de pasajes bíblicos de
inspiración apocalíptica ya precedentemente
expresados en el Antiguo Testamento de profetas como
Isaías (24- Juicio y devastación; 27-
La visita el Señor), Zacarías (9- Destrucción
de los enemigos – 14- Batalla final entre Jerusalén
y las naciones) y de otras influencias paganas como
la batalla entre los ángeles del bien y del mal
y las referencias a los signos astrológicos tomados
de la mitología mitraica e hinduista (Ver la
Virgen que da a luz en el desierto – Ap. 12 –La
mujer y el dragón). Referencia al pasaje de Josif
es aquel de Lawrens).
El
Apocalipsis fue escrito en Jerusalén durante
la guerra del 66- 70 y exactamente entre el junio del
año 68 y el enero del 69 como ha sido irrefutablemente
demostrado por Engels.
Pero,
antes de leer el pasaje del Apocalipsis del cual Engels
ha obtenido una conclusión tan exacta, conviene
hacer un resumen de los hechos a los que el libro se
refiere.
El
ejército revolucionario eseno- celota, guiado
por Menahem, hijo de Judas el Galileo, promotor de la
Guerra del Censo (6- 7 d. C.), declara la guerra a los
romanos en el 66 (Guerra Judaica).
La
guerra, en un sucederse de alternos acontecimientos,
favorables en ocasiones a los romanos, en ocasiones
a los revolucionarios, llega el año 68 en el
que Nerón muere. La muerte de Nerón provoca
tales desordenes que Roma se ve sumida en un estado
de auténtica anarquía política
social. El primer afectado por esta situación
caótica es el ejército que, sin dirección
ni asistencia, se retira a Siria dejando Palestina a
los judíos que ahora ya seguros de haber llegado
a la victoria final contra los enemigos de Dios representados
en aquella época por Roma, la Babilonia de la
corrupción, aclaman a Menahem rey de Jerusalén.
A
Nerón lo sucede Galba, pero su reinado, incierto
y de una duración de tan solo 6 meses, comprendidos
entre junio del 68 y enero del 69, no sólo no
ayuda a evitar la disgregación en la que se encontraban
las instituciones del Estado, sino que la empeora al
extenderse un rumor según el cual era cierto
que Nerón no había muerto y que estaba
preparando un ejército para reconquistar el trono.
Rumor que encontró, en efecto, justificación
en un personaje auténtico que declarándose
Nerón, combatió contra Roma pero fue derrotado.
Hecho
este brevísimo resumen, leemos ahora el pasaje
del Apocalipsis del cual Engels ha extraído la
fecha en la cual fue escrito: “El ángel
me transportó en espíritu en el desierto
(es el autor que habla siguiendo siempre su visión).
Allí vi una mujer sentada sobre una bestia escarlata,
cubierta de nombres blasfemos, con siete cabezas y diez
cuernos. La mujer estaba cubierta de púrpura
y de escarlata, adornada con oro y piedras preciosas
y perlas, tenía en la mano una copa de oro, llena
de los abominables y de las inmundicias de su prostitución
(si se refiriese a nuestra época no se podría
pensar más que al Vaticano). Sobre la frente
había escrito un nombre misterioso: <<Babilonia
la grande, la madre de las prostitutas de los abominables
de la tierra>>. Al verla fui presa de un gran
estupor. Pero el ángel me dijo: ¿por qué
te maravillas? Yo te explicaré el misterio de
la mujer y de la bestia que la lleva, con siete cabezas
y diez cuernos. La bestia que has visto, pero que no
existe (afirmación dada por la certeza de su
derrota) subirá desde el abismo pero para ir
a la perdición. Y los habitantes de la tierra,
se sorprenderán al ver a la bestia que no era
y no es más, reaparecer. Las siete cabezas son
los siete cuellos sobe los cuales está sentada
la mujer son también los siete reyes. Los cinco
primeros han caído (Augusto, Tiberio, Calígula,
Claudio, Nerón), queda todavía uno con
vida (el actual Galba), el otro todavía no ha
llegado, y cuando haya llegado, se quedará poco.
Cuando
la bestia que era y no es más (continúa
explicando el ángel), el rey que deberá
venir aunque figura como octavo se queda de todas formas
el séptimo , pero va a la perdición.
¿Por
qué el sucesor de Galba podría aparecer
como octavo si en realidad es el séptimo? Porque,
Nerón, retomando el trono según cuanto
se decía, podría aparecer como una doble
figura representando a un emperador ya contado entre
aquellos considerados pasados.
Que
Nerón, ya considerado como una quinta bestia,
sea el que representa también la séptima
nos lo confirma el mismo autor del Apocalipsis en cuanto
que, refiriéndose su presunto suicidio describe
así:
<<
Una e las siete cabezas pareció herida de muerte,
pero su herida mortal fue curada>>. (Ap. 13- 3).
Una
última confirmación nos llega del mismo
autor en e pasaje en que declara que el número
de la bestia es 666: << Aquí está
la sabiduría. Quien tiene inteligencia calcula
el número de la bestia: que representa un nombre
de hombre. Y tal cifra es seiscientos sesenta y seis
>> (Ap.13- 18).
La
interpretación de este número, obtenida
por Ferdinand Bernari, profesor berlinés cuyas
lecciones fueron seguidas por Engels, corresponde, según
la simbología numérica hebrea, exactamente
a “Nerón Emperador” y aplicado a
la lengua griega que fue aquella con la cual había
sido escrito el Apocalipsis.
El
cálculo llevado a cabo por Ferdinand Bernari,
se ve confirmado en el mismo S. Ireneo, Padre de la
Iglesia, que en el libro “Contra las Herejías”
indica a Nerón con el número 616.
¿Por
qué esta diferencia? Por el simple hecho que
Ireneo, usando siempre la simbología hebrea,
hizo el cálculo sobre el sobre el texto escrito
en latín, donde el nombre de Nerón en
griego se convertía en Nero. Eliminando la letra
N, que corresponde a 50, la cuenta que se obtiene es:
666 – 50= 616.
¡Éstas
son las pruebas que debe considerar la ley en este proceso,
las pruebas de la razón, y no aquellas basadas
en los sueños y las visiones!
Así
que, si el Apocalipsis fue escrito mientras reinaba
Galba, esto es entre el quinto emperador que había
sido Nerón muerto suicidado y el séptimo
emperador que era previsto en el mismo Nerón
redivivo, y Galba ha reinado desde junio del 68 a enero
del 69, ¿cómo se puede sostener que haya
sido escrito en el 95 por un individuo absolutamente
imaginario, como veremos a continuación, llamado
Juan mientras se encontraba en el exilio en la isla
de Patmos?
Una
parte si, es verdad, fue escrita en el 95, esto es,
los tres primeros capítulos y el último,
pero desgraciadamente, mal para la Iglesia, ellos mismos
se abastecerán de ulteriores pruebas de su gran
engaño en cuanto remarcaremos como se abastecerán
de pruebas para demostrar no sólo que el Mesías
en aquella fecha no había llegado todavía
sino también que el nombre de Jesús es
una fraudulenta añadidura llevada a cabo no antes
del II s. d. C.
(En
el discurso de Eleazar encontramos la certeza de la
victoria de los judíos contra los romanos).
La
Iglesia, para justificar la fecha del 95, comenta así
los hechos narrados en el Apocalipsis: << Siete
reyes, estos son, los imperios de Augusto, Tiberio,
Calígula, Nerón y Domiciano, que existía
todavía en el tiempo de Juan. El poco tiempo
es el tiempo de la persecución, El séptimo
imperio es el dominio hostil al reino de Dios, identificado
con la fiera >>. (Nota en la Pág. 7 del
Ap. Ed. CEI).
Prácticamente,
tratando de justificar el 95 como el año en el
que fue escrito el Apocalipsis, ignorando a los emperadores
Galba, Vespasiano y Tito, haciendo un vuelo de la cabeza
de la bestia número 6, de 25 años, para
colocarla sobre la espalda de Domiciano, emperador del
81 al 96 y la séptima, confundiendo el significado
de emperador con aquel de imperio, la hacen pasar al
“dominio contrario a Dios”, por ellos incoherentemente
identificado con la fiera, esto es, con la “bestia
escarlata” de las siete cabezas que, así,
resultaría mutilada de una cabeza.
¿Por
qué la Iglesia insiste en atribuir al Apocalipsis
la fecha del 95? La respuesta es simple: si reconociese
que fue escrita en el 68, toda la parte que se refiere
a Jesús, esto es los cuatro capítulos
añadidos en el 95, resultarían demasiado
evidentemente una falsedad por el anacronismo que resultaría
entre los conceptos expresados en el “Saludo a
las siete Iglesias” en los capítulos 1-
2- 3, como lo que se refiere a los Nicolaidas, que no
existían, no podían existir en el 68.
Por lo tanto, no pudiendo retrotraer el Apocalipsis
del 95 al 68, o han transferido del 68 al 95.
Pero,
en el fondo, ¿qué habría cambiado
en lo que se refiere a la existencia histórica
de Jesucristo aunque el Apocalipsis hubiese sido escrito
todo en el 95, desde el momento en que el mismo excluye,
de la forma más categórica, cualquier
referencia a su vida terrestre?
El
Apocalipsis es una obra de guerra que repite de la forma
más fiel el programa de exterminio de Roma y
de los enemigos del Dios bíblico expuesto por
los eseno- celotas en el rollo de guerra encontrado
en Qumran en 1947. Este ignora de la manea más
absoluta todo lo que ha sido atribuido a Cristo. Ignora
a Pilatos, la crucifixión, los milagros, la resurrección,
los apóstoles. Desconoce todos los otros libros
sagrados que se refieren al cristianismo, como las cartas,
los evangelios, los Hechos de los apóstoles.
El Mesías del Apocalipsis es un jefe exterminador
de enemigos que deberá instaurar un reino judaico
que durará mil años. Lejos de cualquier
forma simbólica que la Iglesia quiera atribuirle,
habla de la forma más clara de la destrucción
de Roma y sus aliados paganos.
¿Cómo
se puede pretender que el Apocalipsis sostenga la existencia
histórica de Jesús cuando en él
viene solicitada su espera? (Ap. 22, 10).
Si
luego, la espera debiese referirse, como podría
contestar la Iglesia, a aquella de la fin del mundo
en la que Jesús daría a “cada uno
su propio sueldo”, desde el momento en que esta
es presentada de forma inminente, entonces dos son las
opciones, a contrastar con los miles de años
de reinado precedentemente declarados: o el Apocalipsis
no es un libro inspirado en Dios y por lo tanto, escrito
por un embrollador cualquiera, o bien Dio, no prevé
el futuro desde el momento en que desde el 95, data
en la cual fue hecha la profecía, han pasado
casi dos mil años y nada de lo declarado se ha
cumplido.
Este
es uno de esos infinitos casos en los que la Iglesia
se hace un agujero y se encuentra obligada a abrir otro.
Si
en este punto se me dijese, como ya se ha hecho, que
el Apocalipsis demuestra la existencia de Jesús
porque aparece su nombre siete veces (las han contado),
yo respondo que si en lugar de siete, las veces hubiesen
sido cincuenta o cien, nada podría cambiar en
relación a las pruebas aportadas de la manera
más seria controlable. Es más, el haber
nombrado a Jesús en una obra que lo excluye,
no puede ser más que una ulterior prueba de su
inexistencia. La verdad no necesita falsificaciones
para ser demostrada.
<<
Si Jesús hubiese realmente existido, no habría
habido la necesidad de falsificar la historia para probarlo
>>. (Bossi, abogado. Ob. Cit. Pág. 36)
A
parte, del hecho que el nombre “Jesús”
viene referido siempre de forma evidentemente interpolada,
que haya sido añadido solamente en época
tardía en los Textos Sagrados precedentes a la
mitad del II s. nos lega del hecho que lo encontramos
escrito por vez primera en un documento extratestamentario
al final del II siglo, y exactamente en el “Discurso
Verídico (obra polémica contra el Cristianismo)”
en el cual Celso acusa abiertamente a la Iglesia de
haberse inventado este nombre: << Aquel al cual
habéis dado el nombre de Jesús en realidad
no era más que el jefe de una banda de bandidos
cuyos milagros atribuidos no eran más que manifestaciones
oradas según la magia y los rucos esotéricos.
La verdad es que todas estas pretensiones hechas no
son más que mitos que vosotros mismos habéis
fabricado sin conseguir dar a vuestras mentiras un toque
de credibilidad. Es notable en todo lo que habéis
escrito es el resultado de continuos retoques llevados
a cabo a continuación de las críticas
que se os hacían >>. (Pasaje extracto del
“Contra Celsum” que Orígenes escribió
para refutar las acusaciones al cristianismo contenidas
en el “Discurso Verídico”.)
En
esta discusión entre Celso y Orígenes,
lo que todavía interesa remarcar, además
de la acusación promovida contra los cristianos
de haberse inventado el nombre de Jesús, es el
conocimiento de que quizás fuese en realidad
una construcción hecha sobre el jefe de una banda
de bandidos.
Estamos
en la segunda mitad del segundo siglo, los cánones
no han sido todavía establecidos, en la libertad
d expresión todavía concedida podemos
comprender la confusión que existía en
el seno de la primera Iglesia privada como estaba de
aquellas bases, teológicas e históricas,
que le eran indispensables para construir el naciente
cristianismo.
Es
suficiente solamente algún ejemplo para comprender
que el cristianismo, aquel cristianismo que ser ya constituido
después de la muerte de Jesús en la comunidad
de Jerusalén, en realidad en el II y III siglo
era todavía una entidad que andaba a tientas
a la búsqueda de sí misma en un mar de
contradicciones e incoherencias.
•
San Justino mártir (160) niega la existencia
terrenal de Jesús sobre esta tierra diciendo
que << si él ha nacido, y si ha nacido
en algún lugar, permanece de todas formas completamente
desconocido >>, y contradice a Celso, quien, sin
embargo afirma la existencia pero bajo la forma de un
“jefe bandido” (Diálogo con Trifone-
Dide. “El final de las religiones”- Pág.171).
•
San Clemente Alejandrino (160- 220) y Orígenes,
muerto en el 24, niegan la encarnación y consecuentemente
la figura histórica de Jesús. Esto resulta
del análisis del Patriarca Focio, quien, hablando
del libro “Discusiones” de S. Clemente,
afirma que para San Clemente el Verbo (Logos) no se
había encarnado nunca (Pág. 286, en Ganeval,
cap. II y III), y que Orígenes en su obra titulada
“Príncipes” cuando se refería
al Salvador no lo llamaba ni Jesús, ni Cristo,
sino “ Cresto ”, como él decía,
según la fábula y por lo que se refería
a su encarnación, él sostenía que
el espíritu que lo había movido en su
misión terrestre esencialmente era el mismo que
había animado a Moisés y los otros profetas.
•
Papia, Obispo de Hierápolis, Santo, considerado
entre los llamados “padres Apostólicos”,
autor de una exégesis sobre los dichos del señor,
vivió en la plenitud del siglo II, no teniendo
otras referencias para sostener la existencia de Jesús,
cita los fragmentos de un evangelio eseno-egipcio (terapeuta).
•
S. Ireneo, obispo de Lyon desde el 177, afirma que el
Dios cristiano no es hombre ni mujer.
•
S. Justino, escritor cristiano, autor de dos apologías
del cristianismo, muerto en Roma en el 165, hablando
de Cristo afirma que Cristo es una emanación
de Dios que pasa como la proyección de los rayos
del sol.
•
< < Todas las sectas agnósticas existentes
en el I, II y III como los Marcionitas, los Valentinianos,
los Basilidianos y tantas otras niegan la encarnación
de Jesús afirmando según cuanto a dicho
S. Epifanio, que él es la reconstrucción
de Horus, el hijo de la Trinidad egipcia, convertido
después en Serapis.
A
estas sectas, citadas por Ganeval, que negaban que el
Verbo se hubiese hecho carne, va añadida y señalada
especialmente la de los Docitas, negadores de la historicidad
de Cristo, para refutar los que, según el Salvador
(Jesucristo y su doctrina- Lib. II, cap. II), el cuarto
evangelio añade a la Pasión el lanzazo
que hace brotar agua y sangre del cuerpo de Cristo para
probar su naturaleza humana. Determinante para la negación
de la humanización de Jesús es el hecho
de que los Docitas son contemporáneos de los
apóstoles, al decir de S. Girolamo>> (Bossi.
Pág. 40).
Prácticamente
la figura histórica de Cristo que todos, incluidos
los Santos y los exegetas cristianos rechazaban conocer,
si ha sido reconocida tal no es defendida por una documentación
provista de pruebas sino por una imposición dogmática
sostenida por las torturas más atroces y la hoguera.
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